Propuestas para un nuevo discurso de oposición

Por: Andrés Londoño

La victoria de Gustavo Petro demuestra que es urgente un cambio de actitud y una revisión de los postulados por parte de quienes creemos en soluciones democráticas y con participación privada, para resolver problemas sociales del país.

Lo primero que hay que aceptar es que el movimiento progresista tiene un diagnóstico acertado. Es cierto que Colombia es manejada por una élite, y que esa élite aprovecha su posición privilegiada, eso hace que seamos una sociedad muy desigual, o lo que Petro llama feudal. En nuestro país afloran los monopolios en casi todos los productos y servicios que consume diariamente el colombiano promedio: comida, servicios financieros, viajes, ropa, pañales, papeles, entre muchos otros productos y servicios.

Cada sector tiene su propio gremio y empresas dominantes que se encargan de intermediar en las leyes y reglamentaciones para impedir la competencia interna y externa. Crear empresa en Colombia es excesivamente caro e importar productos es aún más costoso y engorroso. Esto impide la creación de valor y, por ende, de oportunidades para salir adelante. Una consecuencia es que ninguna de las 35 empresas más grande de Colombia tenga un modelo de negocios innovador (todas están en sectores tradicionales y no han hecho innovaciones tecnológicas recientes y significativas que las hayan impulsado en el mercado), que tengamos más de tres millones de desempleados y más de cinco millones de trabajadores informales. La solución populista de aumentar impuestos a los sectores y personas que “les va bien” poco va a ayudar en cambiar el problema de fondo.

Otro diagnostico acertado de los progresistas es la urgencia de actuar ante el cambio climático. No existe un planeta B. Colombia es un país inmensamente rico en fauna y flora y hay sitios que debemos proteger a toda costa, como la selva y los páramos. Es cierto que a veces el progreso económico riñe con algunos de los principios de conservación. No obstante, es posible lograr equilibrios e incluso apoyar iniciativas que generan empleo y disminuyan el impacto climático, como la innovación tecnológica en temas energéticos, otro sector que padece del síndrome de monopolios en la distribución y producción, y que se asegura de mantener controlada la entrada de nuevos competidores, o de impedir que los hogares produzcan energía limpia y le puedan vender excedentes a la red.

También, hay que incorporar soluciones a la excesiva concentración del mercado y el Estado en el centro del país. Es urgente que las estrategias de crecimientos e inversión incorporen más a las regiones. Colombia es un país más rico y menos violento que hace 20 años, eso hace que los problemas más urgentes de los ciudadanos cambien. Cada vez las personas son más conscientes de la segregación y falta de oportunidades en los territorios alejados. No se puede dejar por fuera de las propuestas ni del discurso a la periferia en términos territoriales, que es donde más se sufre los efectos de la desigualdad y la falta de acceso a servicios básicos que debe tener un ciudadano en el siglo XXI.

En síntesis, propongo una reflexión y un cambio de curso a quienes no creemos en las soluciones que plantea el Pacto Histórico. Empezando por aceptar los vacíos que hemos tenido en nuestro diagnóstico y comunicación, concentrándonos en estos ejes temáticos:

  • Lucha contra los monopolios. Debemos crear una política de competencia en Colombia que castigue, y si es el caso, desmantele monopolios. El objetivo de esta política es: garantizar precios bajos de los servicios y bienes esenciales que consumimos todos los días; dinamizar la economía y con ello el acceso a oportunidades y empleo; y hacer crecer la torta y repartirla mejor para disminuir la desigualdad.

  • Conservar el medio ambiente sin afectar el crecimiento económico. Colombia tiene la oportunidad de impulsar sectores que generen ingreso y ayuden a detener el cambio climático. Nos podríamos convertir en exportador de energía limpia. Además, cada vez es más importante preservar las cuencas de agua. Podemos innovar en tecnologías que permitan un uso más eficiente de este recurso y prevenir actividades que afecten las principales fuentes de agua de nuestras ciudades.

  • Promover la descentralización y la inversión en las regiones. Hay que diseñar incentivos y mejorar el sistema educativo de las regiones para atraer la inversión privada. En muchos casos va a ser necesario volcar inversión pública en sectores como servicios básicos y carreteras para mejorar las condiciones de vida y aumentar las oportunidades en las regiones. Para impulsar el desarrollo regional es necesario trasladar, progresivamente, más funciones fiscales a los gobiernos locales.

Estas son algunas ideas para construir una nueva narrativa de quienes no pensamos como el nuevo presidente. Si no somos capaces de entender al país vamos a tener que seguir en oposición durante un largo tiempo.

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